Yo vivía
con mi mamá abuelita porque mi mamá se
fue de la casa cuando yo tenía nueve meses. Yo era muy feliz porque me
sentaba en el canto de mi abuelita para
que me cantara canciones, coplas,
adivinanzas, chistes y muchas historias más. A veces me ponía a
arrancarle las canas, y cuando le jalaba duro el cabello me ganaba mis
palmaditas, pero yo era muy feliz. Hasta que a los siete años me mandaron para la escuela, donde estudiaba
de siente de la mañana hasta mediodía. También tenía un perrito que se llamaba Relámpago,
quien era mi fiel amigo y compañero.
Cuando mi mamá me mandaba por leña yo lo
llevaba atado de un lazo para amarrarla y unas cabuyas para amarrarle una
caquita de leña al perrito, y nos íbamos con la leña, el perro siempre adelante,
y como el camino era feo por el monte, pues se
le enredaba la leña y me tocaba ayudarle para que pudiera seguir hasta la casa, que quedaba una
vereda llamada La Chapa. La casa estaba hecha de tapia pisada y el techo era de
paja; las paredes de la cocina eran de piedra y el techo de paja. El nombre de
mi abuelita era Concesión García, y vivía en el municipio de Socha, Boyacá. Yo estudié solo hasta segundo de primaria porque desde
muy pequeña aprendí a cocinar. Cocinábamos en fogón de tres piedras y yo empecé a trabajar desde muy pequeña sembrando trigo, cofia, maíz, frijol,
habas y alverjas. También ayudaba a sacar papas y arrancar nabos. También
lavaba la ropa de mi mamita y de mi tío y la de mía. Lo hacía en una quebrada.
Otra cosa que solía hacer era hilar lana torcía, tejer
sacos, gorritos, y remudaba una
vaca que era mía.
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